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Una ciudad de más de 3.000 años que no deja de sorprender: partiendo de Piazza Duomo y llegando al centro histórico, la antigua Velzna de fundación etrusca, entre calles estrechas, plazas y monumentos. Admire la magnífica catedral gótica de Santa Maria Assunta, con frescos de Beato Angelico y Signorelli y luego aventúrese en la evocadora ciudad subterránea excavada en la toba. Continúe hacia el Pozzo della Cava, el más antiguo de la ciudad, siguiendo las huellas de los restos etruscos, medievales y renacentistas. Finalmente, pruebe una degustación de productos y vinos locales: la manera perfecta de finalizar una experiencia fascinante.
Orvieto es la joya de la Tuscia, un territorio de Umbría que aún no es Toscana pero que anticipa la armonía del paisaje y la riqueza del arte. Una ciudad magnífica, rica y poderosa ya en tiempos de los antiguos etruscos, construida sobre un macizo de toba que se alza imponente. El centro es enteramente medieval, dominado por la Catedral, una verdadera obra maestra del estilo gótico: la fachada es una mezcla de mármol y mosaicos, geometrías y colores. El interior alberga un ciclo de frescos de Luca Signorelli, considerada una de las obras más importantes del Renacimiento. Un laberinto de calles salpicadas de edificios y torres permiten perderse entre tiendas de la famosa cerámica, con exquisitos embutidos y encurtidos así como creaciones artesanales en cuero. El paseo a lo largo de las murallas permite disfrutar de una vista impresionante del paisaje intacto. Luego, gracias a una carretera milenaria, se llega al lago de Bolsena, la cuenca volcánica más grande de Europa: un espejo azul enmarcado por bosques con dos islas encantadoras. Hay tres pueblos, uno más evocador que el otro: Capodimonte, Marta y Bolsena, donde la Rocca Monescalchi permite visitar un castillo intacto del siglo XII con puente levadizo. Un poco más al sur se encuentra Montefiascone, ciudad querida por los pontífices como lo recuerdan la Rocca dei Papi y la gran cúpula de la Catedral en la que trabajaron Bramante y Antonio da Sangallo. Por toda la zona existen maravillosas rutas para los amantes del ciclismo o el senderismo, uniéndose a la Vía Francígena de los peregrinos medievales. Y hay trattorias y restaurantes por todas partes que ofrecen platos característicos como los umbrichelli, una pasta típica condimentada con trufa negra local. O el tradicional jamón de carnicero y porchetta. Todo ello acompañado del vino blanco Est Est Est que toma su nombre de la exclamación de asombro del catador papal que lo probó.
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